jueves, 1 de noviembre de 2007

San Petersburgo, día 3: Vodka, connecting people

Después del ajetreo del día anterior con el concierto de The Chemical Brothers, hoy nos levantamos tarde, pero con bastante hambre y una nevera vacía: nos vamos de compras. En la tienda compramos, entre otras cosas, productos tan poco comunes en España como Cocacola de vainilla, Rufles con sabor a Cangrejo y Rufles con sabor a champiñones. He de decir que los dos primeros estaban bastante bien, pero el sabor del último no me convenció demasiado...

Tras la compra y una vez que empezamos a cocinar, llega Arthur y nos sorprende con este pedazo de melón (en la foto el amigo Nacho soportando los 10kg que pesaba el melón):


Son cerca de las seis cuando terminamos de comer y pensamos qué hacer las siguientes horas. Decidimos quedarnos en el hostal, descansar y preparanos para salir a la noche:


Unos vodkas mas tarde, nos vamos en metro hasta una discoteca al centro de San Petersburgo. La discoteca consta de tres plantas: la primera con música "country", la segunda con tecno y la última es una terraza con vistas a la segunda planta. El ropero esá lleno por lo que tenemos que llevar con nosotros las chaquetas. Obviamente nos vamos al segundo piso y allí encontramos al lado de la pista de baile una mesa libre por lo que montamos el campamento.

Mientas algunos se van a bailar otros nos vamos a la barra a pedir algo de beber... Pedimos inicialmente unos chupitos de vodka, pero vemos como algunos compran directamente una botella. Le preguntamos a la camarera el precio de la botella: 550 rublos (unos 15€). La compramos y le damos unos tragos.

Después de unos minutos me encuentro solo en la mesa, vigilando nuestras cosas mientras los demás se encuentran esparcidos por la discoteca. En ese momento, una fulana y un portero de talla 4x4x4 y cara de pocos amigos se acercan a mi señalando la mesa. Me levanto y el portero comienza hablar conmigo. No entiendo ni papa de lo que me cuenta (aunque deduzco que la fulana se queja de que le habíamos robado la mesa) y le pregunto si habla inglés. Dice que no (o eso me parece entender). Me acojono. El tío sigue hablando en ruso con un tono aún mas severo y señalando nuestras cosas. Recojo todas nuestras chaquetas, el vodka, los vasos de chupito y el limón en 0,02 segundos. Por suerto diviso otra mesa "libre" y piro. "Son cosas que pasan" me contaría más tarde Arthur.

La noche pasa sin más sobresaltos. Buena música, mucho baile y buen ambiente... Contar como curiosidad que en esta discoteca (y no sé si en más) no se permite la entrada con chicles en la boca: según parece, los rusos tienden a pegar los chicles en cualquier lado...

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